Comentario
A fines del siglo XII, seguramente debido a la iniciativa del obispo Pedro El Parisino, nacido en Olite, se produce la apertura del Taller de Pamplona. Coincide con un momento de gran esplendor, subrayado por la construcción de la catedral y el claustro románicos. Aquí trabajan grabadores, esmaltadores, fundidores, carpinteros, metalúrgicos, etc., que utilizan cobre, oro, cristal de roca, esmaltes, etc. Esto implica la importación de productos de diversas procedencias, así como la confluencia de corrientes artísticas, básicamente la hispana y la lemosina.
La obra más importante es el Frontal del Santuario de San Miguel in Excelsis en Aralar (Navarra). Se trata de uno de los ejemplos más notables de este tipo de obras románicas que nos ha llegado, a pesar de los avatares sufridos. En 1765 fue transformado en retablo. En la inscripción de la base, se señala su traslado desde el Santuario a Pamplona donde se restauró: "En este precioso Retablo de Laminas de metal dorado, y Esmaltado con su Ymagen de la Virgen del Sagrario de la Cathedral de Pamplona, a que es anexo este Sanctuario de San Miguel, estubo antiguamente en la obscuridad de su Capilla, de donde se sacó, se limpió en Pamplona, y para que su vista mueba a devoción, fué colocado assi en esta Capilla maior, en el año 1765".
Después del robo ocurrido en 1979, fue recuperado, en parte, en Roma y París, en 1981, y reconstruido en Pamplona al año siguiente. Su estructura, como es obvio, ha variado con las restauraciones. En origen, debió ser de forma rectangular. En el marco debían encontrarse repartidas las piezas que se reagruparon sobre el frontón del nuevo retablo. La composición está presidida por la Virgen con el Niño, en trono majestad. Sentada sobre un cojín en el arco iris, apoya sus pies, cubiertos con borceguíes, en un subpedaneo. Su cabeza, aplicada en relieve, está envuelta en una toca que se aprecia bajo la corona. El Niño, sentado sobre sus rodillas, bendice con la mano derecha mientras con la izquierda sujeta el libro. Su cabeza, igualmente aplicada y con corona, destaca sobre el nimbo crucífero. El fondo se cubre íntegramente con labor de vermiculado. En él destacan también el alfa y omega apocalíptico que confirman la divinidad de Jesús, y la estrella que guía a los Magos. Una doble mandorla encuadra las figuras; la exterior, lobulada y orlada de cabujones.
En los ángulos se sitúa el Tetramorfos como testigo de la Divina Encarnación. La Virgen Theotokos, entronizada y rodeada del Tetramorfos, preside una serie de escenas como la Anunciación, la Duda de San José, la Epifanía, etc., que abundan en la idea de María como Madre de Dios. De este tipo de imágenes se conservan en España numerosos ejemplos correspondientes a los siglos XII y XIII.
A ambos lados del grupo principal, doce arquerías, dispuestas en filas superpuestas, cobijan otras tantas figuras. Las seis de la hilera superior representan Apóstoles. Bajo las torres y las cúpulas de la Jerusalén Celeste nos dan la dimensión intemporal de esta Teofanía.
En la parte inferior, en el lado izquierdo, la Adoración de los Magos guiados por la estrella, supone el reconocimiento del hecho histórico de la Encarnación y la confirmación de la divinidad del Niño. Dado el contexto de acontecimientos políticos y diplomáticos, este tema se convierte también en la expresión emblemática de las monarquías cristianas. El culto a los Reyes Magos conoció un importante éxito, especialmente cuando sus reliquias fueron transportadas desde Milán y ofrecidas por Federico I al arzobispo de Colonia en 1164. Para su custodia se realizó un maravilloso relicario en los últimos años del siglo XII. Esta veneración se mantuvo hasta bien entrado el siglo XIII. Son las figuras más suntuosamente ataviadas, junto a la de San José. Es notoria no sólo la disposición de sus ropajes; túnica, manto sujeto por una fíbula, calzas y borceguíes, sino también la riqueza de sus tejidos. En sus manos portan los correspondientes presentes.
En el lado derecho, las tres figuras restantes representan un ángel, la Virgen y San José. El ángel puede ser susceptible de una doble interpretación, ¿se trata de San Miguel, bajo cuya advocación está el Santuario y cuyo culto alcanzó enorme popularidad?, o más probablemente, dado el resto del programa iconográfico, ¿es San Gabriel y forma pareja con la Virgen en la escena de la Anunciación? La figura de San José, con la cabeza cubierta por el gorro judío, va ataviada con un manto que recuerda su linaje real en la casa de David. Su presencia en la escena de la Epifanía es frecuente. En su mano lleva una vara florida, signo de su elección como esposo de María y padre, en el ámbito social, de Jesús. La fuente teológica tal vez haya que buscarla en el "Tratado de la Trinidad y de la Encarnación", obra de Pedro de París, cuyo manuscrito inédito se encuentra en la Biblioteca de Salamanca.
Las piezas que completan el frontón son cuatro placas rectangulares y dieciocho medallones. Las placas están repartidas, dos a dos, a ambos lados de una decoración gemada cruciforme. Representan figuras de santos cuyo tratamiento está muy próximo al de los Apóstoles. Los medallones, por su forma y colorido, recuerdan más el arte de Limoges. La temática incluye variedad en la lucha de dragones, lucha de un hombre desnudo contra un dragón que le derriba, dragones afrontados, etc.
En el conjunto de esta espléndida obra confluyen elementos lemosines y silenses, además de otras influencias. Las figuras, de canon alargado, la riqueza de sus atavíos; mantos sujetos por fíbulas, uso de borceguíes, etc., el esquema lobulado de las mandorlas, etc., responden a modelos bizantinos. La aplicación del vermiculado llenando todo el espacio en torno a las figuras, la combinación de colores azul-blanco y amarillo-verde así como el encuadramiento a base de una especie de nubecillas, se relacionan con el ámbito lemosín. El trabajo de orfebrería está íntimamente vinculado al orfebre de Silos.
Las cabezas de las figuras, aplicadas en relieve, con los ojos incrustados, son de gran expresividad. En diversas ocasiones rompen la frontalidad con sus giros, a veces en dirección opuesta al sentido de sus pies. Muestran, asimismo, gran variedad en el tratamiento de cabellos y barbas, bien lisos o rizados. La composición arquitectónica está formada por una serie de arquerías de medio punto cubiertas de vermiculado. Apoyan en columnas con sus correspondientes basas y capiteles. Sus fustes están recorridos por una decoración de labor similar a la del taller de Silos.
Cronológicamente hay que situarlo hacia 1175-1180, con muchas posibilidades de ser fruto de un encargo real, dada la alianza entre el rey Sancho el Sabio (1150-1194) y el obispo Don Pedro.